
El recién nacido oye la voz de sus padres, mira sus caras y se impregna de su olor durante los cuidados diarios. Estas atenciones son fundamentales para su salud y fomentan la creación del apego afectivo a través del contacto físico y el lenguaje.
Es normal que los padres primerizos sientan temores ante las reacciones de su bebé, pero éstos desaparecerán con la práctica diaria. De forma gradual, los padres irán descubriendo que su hijo no es tan frágil como parece y aprenderán a interpretar sus estados de ánimo, especialmente el llanto. Una queja suya les bastará para saber si tiene hambre o el pañal sucio.
El recién nacido recibe infinidad de estímulos nuevos y, para ir distinguiendo unos de otros, necesita orden y regularidad. Por ello es necesario establecer una rutina cuyas pautas serán marcadas, entre otras cosas, por la necesidad del bebé de alimentarse.
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